Perros por doquier

20/08/2016 - 12:00 am
El problema, incluso, es que los perros mean, y los niños que antes se recargaban en los árboles y en los postes ya no pueden hacerlo. Vayamos por partes. ¿Los perros tienen derecho a mear y cagar? Supongo que sí. Foto: Cuartoscuro.
El problema, incluso, es que los perros mean, y los niños que antes se recargaban en los árboles y en los postes ya no pueden hacerlo. Vayamos por partes. ¿Los perros tienen derecho a mear y cagar? Supongo que sí. Foto: Cuartoscuro.

Coincido con muchos columnistas cuando aseguran que los perros no tienen derechos. Tampoco tienen obligaciones. Eso no significa, por supuesto, que esté de acuerdo con el maltrato animal ni mucho menos. Lastimarlos sólo por diversión me parece aberrante. Mucho más que tratarlos como seres humanos, vestirlos y cargarlos en bolsos de mano y carriolas; que también me resulta un tanto ridículo. Al margen de ello, me queda claro que, casi siempre, la culpa y la causa de cualquier clase de conflicto entre los humanos y los cánidos, están relacionadas con los dueños, más que con los animales.

Vivo en una colonia cerrada como las hay tantas en la Ciudad de México. En las últimas décadas se han multiplicado las rejas que impiden el paso a un grupo de casas. Esto ha conseguido, desde la ilegalidad que ello implica, que los vecinos acaben conociéndose más, toda vez que se hayan resguardados por su propios medios.

Vivo en esta colonia desde hace muchos años. Demasiados, quizá. Me resulta atractiva la seguridad y la existencia de un par de parques cercanos donde pueden jugar mis hijos. Conozco tan bien esta colonia que puedo lanzar dos aseveraciones sin temor a equivocarme: aquí no hay perros callejeros; cada vez más perros circulan por los espacios públicos.

Cuando yo era niño ya vivía aquí. Cada tanto, el perro de algún vecino salía a pasear. Eran la excepción. Ahora, por el contrario, hay horarios en que los parques tienen a más perros corriendo que a niños jugando. Es el derecho de los vecinos, de sus dueños, a fin de cuentas son tan propietarios como los padres de familia. El problema es que esos perros corren, sin correas. El problema es que esos perros cagan, y no todos sus dueños pasean bolsitas para recoger el excremento. El problema, incluso, es que los perros mean, y los niños que antes se recargaban en los árboles y en los postes ya no pueden hacerlo.

Vayamos por partes. ¿Los perros tienen derecho a mear y cagar? Supongo que sí, aunque eso no está establecido en ningún lugar, ni siquiera para los humanos. Pueden hacerlo, pues, porque no se les puede impedir. A lo que, sin duda, no tienen derecho, es a hacerlo en lugares públicos, transitados, a medio de la improvisada cancha de futbol de los niños, en la mitad del paso. Pero eso no se les puede explicar a los canes, lo deben entender los dueños. Sí, los mismos a quienes he escuchado decir que bastan unos cuantos pesos para sobornar al vigilante y así no recoger los desechos de sus animales. Es cierto, no todos los dueños son intransigentes. Me parece, de hecho, que la mayoría no lo son. Sin embargo, el enorme incremento del número de mascotas hace que las cacas proliferen.

Son muy pocos los incidentes que ha habido entre perros y personas. Si acaso, perros juguetones tiran al pasto a algunos niños. También ha habido un par de mordidas. En ambos casos, es porque los perros están sueltos. Si no han sido más es porque, a determinadas horas, los padres replegamos a nuestros hijos, los quitamos de donde han estado jugando para dejar que los canes corran. No lo hacemos respetando el derecho de los animales sino cuidando a los niños. Aun cuando las estadísticas no son alarmantes, preferimos no poner en riesgo a los pequeños.

Me han increpado varios dueños: “Mis perros tienen derecho a cagar en el parque”. La respuesta es negativa: no cuentan con ese derecho porque tampoco tienen la obligación de recoger sus heces. Esa obligación corresponde a los dueños. También la de pasearlos con correa, la de no poner en riesgo a las personas. Es imposible denunciar a un animal. También lo es levantarle actas administrativas.

Me parece, entonces, que el problema, como siempre, somos los humanos. Los humanos y nuestra incapacidad por ser cívicos. Me queda claro que las mascotas se han puesto de moda, que estoy condenado a ver perros por doquier y que, tristemente, me seguiré viendo afectado por ellos. Al margen de que me gusten o no, lo cierto es que detesto pisar sus excrementos, detesto sentir miedo cuando un perro grande corre hacia nosotros, detesto ver las manchas de orines en los postes. Detesto, sobre todo, saber que es culpa de sus dueños, incapaces de hacerse cargo de sus mascotas. Una lástima, en verdad.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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